jueves, 14 de abril de 2011

Buscando a Cortazar encontré a Porfirio Díaz

El día que fui a buscar a Cortázar al cementerio de Montparnasse, me encontré con la tumba de Porfirio Díaz, presidente mexicano de fines del XIX y principios del siglo XX. Nada más paradójico, este personaje que combatió a las franceses en la década de los sesentas del siglo XIX y se volvió héroe por ello, durante los muchos años que fue presidente los trato con deferencia: permitio que invirtieran en México, fueron dueños de minas, de tiendas como el Palacio de Hierro, Liverpool, Fabricas de Francia entre otras. Los combatió, luego los arropo y finalmente murió en ese país. Quizás lo más sorprendente no fue encontrar la tumba sino la cantidad de papeles que habían dentro del nicho de este antiguo presidente. Notas que decían como lo añoraban, como se necesitaba otro hombre como él para poner en orden al país. Me fui ese día entre perplejo y admirado como nuestras clases medias y altas admiraban a este hombre que por otro lado, la historia oficial del PRI siempre califico de dictador terrible y de quien se dice que decía una frase para eliminar a sus enemigos políticos: "matenlos en caliente".  Seguí deambulando por aquél lugar, encontré la tumba del mismísimo Serge Gainsbourg quién había muerto el día de mi cumpleaños de ese año. Yo festejaba en esos días mientras este artista nos dejaba. Un festejo bizarro, ese año de juventud,  de marchas contra la Primera Guerra del Golfo Pérsico, de comprar periódicos de varios países para intentar entender lo que sucedía en esos años de la caída del muro de Berlín, de la muerte de Ceacescu, de un mundo cambiante y que parecía incierto. Fue también el año de mi primer gran viaje, quizás el más largo que he hecho en la vida. Mi viaje de aprendizajes y choques culturales, de signos y marcadores culturales difíciles de entender pero que también me hicieron comprender a los humanos. Una sonrisa puede más que muchas palabras. La actitud y tu comportamientos son mas legibles para alguien que no habla tu lengua.
Pero antes de ir a buscar a Cortazar e ir a Madagascar, recuerdo mi primera llegada a París y claro de maravillarme con mis primeros pasos por el centro de París, llegue muy temprano a esa ciudad proveniente de Québec. Después de horas de viaje con un compañero al cual nunca le dirigí la palabra hasta los últimos 5 minutos antes de aterrizar en el Charles De Gaulle. Resulto ser un profesor de la Universidad de Grenoble, que amablemente me condujo al metro y me explico como regresar al aeropuerto.
Descendí en Les Halles, caminé y caminé, admirando todo aquello que conocía a través de libros y revistas: el Arco del Triunfo, la Plaza de la Concordia. En fin deambulando, caminando, con mi libro de Marguerite Yourcenar bajo el brazo, leyendo su Opus Nigrum. Jamás olvidaré esas primeras horas en París antes de partir hacia Madagascar. De repente me acordé que había quedado de encontrarme en el aeropuerto con quién se convertiría en mi mejor amigo de viaje, con quien establecí una de mis amistades más profundas y queridas en mi vida. Regresé al Charles De Gaulle, Jorge llevaba horas dando vueltas por las salas del aeropuerto buscándome. Me perdonó esta fuga al centro de  París, a donde regresaríamos después de nuestra estancia en la isla roja y si esta vez busque a Cortazar y encontre a Porfirio Díaz.

El ultimo tigre de la Esperanza

Cuando en uno de los múltiple recorridos por la comunidad de La Esperanza en las montañas de Guerrero realizabamos una de nuestros tantos trabajo con GPS y reconocimiento de puntos y parajes. Uno de nuestros acompañantes me contó como el mató al último tigre que se vio por aquellos territorios en la década de los años setenta.
Cuentan que durante ese tiempo un grupo de personas intento venirse a vivir por este lado del territorio de la comunidad. Construyeron casas y abrieron parcelas. En una de esas visitas y comienzos de colonización. Don dejo su burro amarrado a un árbol cuando al regresar a buscarlo el animal ya no estaba. Lo buscó y lo encontró muerto. Así que decidió que ese maldito animal tenía que pagar la muerte de su burro. Durante días lo anduvo cazando hasta que finalmente un día lo encontró y lo mató. Dicen que desde áquella época ya no se ven tigres por áquellas tierras.

martes, 12 de abril de 2011

Historias de Santa Ursula Xitla

Cuenta don Chucho, el vigilante del fraccionamiento en dónde vivo actualmente, que antes de esta urbanización desenfrenada, Santa Ursula era un pueblo a las orillas de la ciudad de México. El llegó con su familia cuando era aún pequeño de  algún barrio de Coyoacán. Cuenta que en la subida de la hoy calle de Convento y antes de llegar a Tlalcoligia no había camino pues las piedras volcánicas y lo escarpado del lugar no permitía la construcción de una calle. Y que en ese lugar por las noches casi nadie pasaba.
"Cuentan que al subir por aquella pendiente, una noche un hombre subía por aquella vereda, iba con algunas copas encima, al llegar a ese lugar encontró una casa en dónde música y mujeres lo invitaron a la juerga. Bebió y quizás hasta alguna chica lo llevo al paraíso del sexo. Salio de ahí quién sabe cómo. Al otro día, quiso continuar con la fiesta al llegar al sitio en dónde la noche anterior había  tenido un noche de placer. No encontró nada. Al seguir buscando por el lugar se encontró con un lugareño el cuál le dijo que ahí no existía un lugar de fiesta, sexo y alcohol. Al continuar bucando encontró en el lugar dónde la noche anterior había festejado un nido de serpientes, todas ellas reptiles que se cuidaban unas a otras y se entrelazaban amorosamente entre ellas"