lunes, 11 de abril de 2016

Tres mujeres.

Hace unas semanas una de mis mejores amigas partió cómo lo habían hecho otras dos. No es fácil para quienes las conocimos aceptar estas partidas. Un hasta luego que nos forma nudos en el estómago. Tres mujeres que trabajaron por un mejor mundo, todas tuvieron dos hijos, todos tus hijos son muy queridos, todos igual contribuyendo hacer un mejor planeta. No me acostumbro a sus ausencias. De ellas aprendí muchas cosas, con la dos primeras hice mucho trabajo de campo, ambas fueron mis coordinadores de proyecto, con ellas aprendí lo importante que son los conocimientos tradicionales, el trabajo en equipo, el respeto hacia los demás y la solidaridad. De mi última amiga aprendí la serenidad, extraño sus risas y su llamada unos días después de la partida de mi segunda amiga. El consuelo que se da entre los amigos cuando pierdes a uno de ellos. Sigo recordándolas, y sobre todo pensando cómo puedo seguir contribuyendo al mundo que ellos nos dejaron. Una primera cosa es que quiero mucho a sus hijos, los veo poco, pero siempre pienso en ellos. En fin la vida es así: unos nacen otro se van, pero las pérdidas son irreparables, las ausencias lo son más. Pero no queda mantener su memoria en el trabajo, en nuestras acciones y en seguir hablando del legado que ellas dejaron. Dos biólogas y una agrónoma. A todas las caracterizaba el buen humor, sus sonrisas y sus carcajadas. Con dos de ellas tuvimos innumerables sesiones de mezcales, bailongo y salidas de campo. Con la ultima reuniones con su familia, con sus hijos. Una gran amistad tenia con todas ellas. Un gran cariño que sigue vivo.