domingo, 23 de julio de 2023

A propósito la lectura del viaje de Gerald Durrel en su Misión de rescate en Madagascar, inmediatamente me hizo recordar mi viaje- estancia en aquella bella isla hace muchos años. La belleza y la destrucción de los ecosistemas de aquel país, las recuerdo simplemente al llegar en avión y ver toda la costa roja a causa de la erosión provocada por la agricultura, si bien es conocida como la isla roja, la cantidad de suelo que se veía desde al avión en el mar es mucha. Comparto con Durrel aquella experiencia de las letrinas malgaches. un espacio reducidos con un hoyo en medio que al levantar la tapa las necesidades fisiológicas. La imagen a los ojos son cientos de miles, quizás millones de gusanos blancos moviéndose cual supraorganismo. Siempre pienso que si alguien cayera sería devorado por todas esas larvas de mosca.
La otra referencia con Durrel es la burocracia malgache, unos días antes de salir, alguno buen que hicimos mis amigos y yo fui ir a algunas oficinas gubernamentales para solicitar un permiso para todas las artesanías que habíamos comprado, la mayoría piezas de madera, algún instrumento musical hecho de bambú, unas esteras y un juego con canicas hechas a base de piedras de colores, eso es lo que yo tenían. Fuimos a buscar la oficina que nos daría tal permiso y tardaron horas en mecanografiar una hoja en donde contenía cada una de las artesanías que mis amigos y yo habíamos comprado. Al final fue una buena cosa haberlo hecho pues al salir de Madagascar, al momento de la revisión, los policías intentaron amenazaron con quitarnos las piezas, al momento de decirnos que no podíamos llevarnos eso, sacamos nuestra hoja mecanografiada y no tuvieron más remedio que dejarnos pasar. Hicieron otro intento de soborno cuando revisaron las cosas de Jorge que traía una videocamára, pero al darse cuenta que pertenecía a la Universidad de donde proveníamos nos dejaron en paz.

lunes, 11 de abril de 2016

Tres mujeres.

Hace unas semanas una de mis mejores amigas partió cómo lo habían hecho otras dos. No es fácil para quienes las conocimos aceptar estas partidas. Un hasta luego que nos forma nudos en el estómago. Tres mujeres que trabajaron por un mejor mundo, todas tuvieron dos hijos, todos tus hijos son muy queridos, todos igual contribuyendo hacer un mejor planeta. No me acostumbro a sus ausencias. De ellas aprendí muchas cosas, con la dos primeras hice mucho trabajo de campo, ambas fueron mis coordinadores de proyecto, con ellas aprendí lo importante que son los conocimientos tradicionales, el trabajo en equipo, el respeto hacia los demás y la solidaridad. De mi última amiga aprendí la serenidad, extraño sus risas y su llamada unos días después de la partida de mi segunda amiga. El consuelo que se da entre los amigos cuando pierdes a uno de ellos. Sigo recordándolas, y sobre todo pensando cómo puedo seguir contribuyendo al mundo que ellos nos dejaron. Una primera cosa es que quiero mucho a sus hijos, los veo poco, pero siempre pienso en ellos. En fin la vida es así: unos nacen otro se van, pero las pérdidas son irreparables, las ausencias lo son más. Pero no queda mantener su memoria en el trabajo, en nuestras acciones y en seguir hablando del legado que ellas dejaron. Dos biólogas y una agrónoma. A todas las caracterizaba el buen humor, sus sonrisas y sus carcajadas. Con dos de ellas tuvimos innumerables sesiones de mezcales, bailongo y salidas de campo. Con la ultima reuniones con su familia, con sus hijos. Una gran amistad tenia con todas ellas. Un gran cariño que sigue vivo. 

miércoles, 11 de noviembre de 2015

La historia de la AMMCHI

La historia de la Asociación de Magueyeros y Mezcaleros del Chilapan.

Cuando comencé a trabajar en Guerrero particularmente en Chilapa con el Grupo de Estudios Ambientales y la organización campesina SSS Sanzekan Tinemi conocí el mezcal de esa región. Baste decir que en cada encuentro o reunión el mezcal por ser considerado el mezcal platicón, es decir promovía la desinhibición y que las personas tomaran confianza para hablar,  formaba parte del ritual. Trabajo de campo, visita a las comunidades y mezcal para todo bien.
Muchas cosas descubrí en esa región, el mejor pozole que he probado en mi vida, el orgullo de los campesinos guerrerenses, su honestidad y su amor por el campo. Muchos de los mejores campesinos con los que trabaje y conviví son de ahi: don Alvaro Flores, don Benigno, don Ernesto y don Vicente Ataque, don Silvestre Tlacotempa de la comunidad de Topiltepec. Del Trapiche Viejo a don Isaías y su esposa doña Venancia, a don Silvestre Mancilla, de Tetitlán de las Limas a don Moisés Calzada, de la Esperanza a Eleucaudio Teyuco y Bonifacio. A don Gabriel de Ayahualco, y así muchos campesinos de los que aprendí el don de la conversación, la alegría de conocerlos y disfrutar conocerlos un poco mejor.
En ocasiones visitábamos las fábricas de mezcal en Ayahualco y  en la Esperanza. Probar esa bebida aun calientita como con sabor a canela, suavecita pero pegador. Aun recuerdo un día que estaba enfermo del estomago, tenia ácidez estomacal y mi amigo Marco de GEA me conmino a tomarme un trago de mezcal para quitarle el dolor, yo no le creía y me negaba hacerlo porque en mi experiencia con el alcohol siempre me daba más acidez, finalmente le hice caso y cierto el mezcal es para todo mal un bien, se me quitó el problema estomacal.
Luego en varias visitas en el proyecto de experimentación campesina que coordinaba tenía oportunidad de probar algunos mezcales excelentes, me recuerdo de uno que particularmente me invito Bonifacio de La Esperanza, uno que había guardado por años y la verdad era una delicia de mezcal, así comenzó mi afición por esta bebida. Recuerdo también mi trabajo de observación participante en una fiesta en la Esperanza que relataré en otra ocasión pero que me hizo respetar a esta bebida. En fin el mezcal fue parte importante de nuestro trabajo en Guerrero.
Habría que reconocer a don Silvestre Mancilla y Albino Tlacotempa como los promotores de la siembra de maguey en la región, cuando comenzaron con el trabajo de viveros comunitarios, en todas las comunidades dónde instalaron esos viveros sembraron maguey: Trapiche Viejo, La Esperanza, Topiltepec, Ajuatetla, Tlalixtlahuacán entre otras. Y cada que había que sembrar se distribuían cientos de agave cupreatas para hacer la reforestación, había mucha recolección de semillas y mucha mezcla de las mismas, los campesinos les encanta juntar todas las semillas e ir probando como se dan. Luego con los años hay que reconocer a don Gabriel Vazquez, Honorino Tlacotenmpa y muchos mas como los viveristas de la Sanzekan Tinemi y que durante muchos años se hicieron cargo de los viveros. Don Gabriel además es un especialista en palma sobretodo en los soyacauites para hoja de palma de techo.

Cuando Cati Illsley y Albino propusieron comenzar con el tema del mezcal es porque al mismo tiempo el Gobierno de Guerrero le estaba apostando por hacer una empresa concentrada en Chilpancingo en dónde se almacenarían todos los mezcales de estado, se mezclarían y se haría una sola marca comercial: Tecuan. Muchos políticos de esos años tenían fuertes intereses porque veían un negocio para ellos: comprar barato el mezcal a los fabricantes para solo envasarlo y venderlo. La Sanzekan jugaba en los dos lados, mandaba mezcales a Chilpancingo y al mismo tiempo comenzó un proceso organizativo local: la creación de la Asociación de Magueyeros y Mezcaleros del Chilapan (AMMCHI). En donde el objetivo principal era reunir a los recolectores de la materia prima y a los maestros mezcaleros para que se dotarán de acuerdos sobre la calidad y la sustentabilidad de la materia prima. Se invito a todos los maestros mezcaleros de la región, don Silvestre Mancilla conocía bien a los de la región de las Joyas porque él era de Trapiche y Albino invito a los de Chilapa.

Se hicieron varios talleres para que ellos mismo pusieran las reglas, decidieran que es un mezcal de calidad, que prácticas se valen y cuáles no. Algunos muy importantes son evitar el uso de magueyes verdes (inmaduros) porque le dan un mal sabor al mezcal, evitar quemar las cabezas porque entonces se ahuma mucho el mezcal. Evitar el uso de fertilizantes para promover la fermentación porque ocasiona dolor de cabeza en las personas, no usar magueyes podridos y así podríamos seguir la lista de acuerdos sobre la fabricación, y lo mismo valían para los maestros magueyeros: evitar cortar magueyes inmaduros y/o podridos. Don Moisés Calzada fue el primer presidente de la Asociación, uno de los mejores maestros mezcaleros. Cualquier mezcal de don Moisés siempre fue garantía de calidad. En ese proceso los nombre de don Ciro Barranca de Santa Cruz, de don Remigio, y otros más comenzaron a nombrarse. La promotora de esa idea fue Cati quién pensaba que se debía mantener de saber, el origen del mezcal, lotificar cuantas litros de habían producido de ese mezcal y sobre todo que se conociera el nombre del maestro, como buena discípula de la Maestro Hernández Xolocotzi, siempre fue una defensora de los saberes campesinos.Y así surgió el primero Consejo Regulador Campesino que buscaba valorar el saber hacer de los maestros mezcaleros y la sustentabilidad de la materia prima. Se daba un paso importante al reconocimiento de las mezcales campesinos, al mismo tiempo estaba surgiendo la Denominación de Origen del Mezcal un proceso que sin duda alteraría esta propuesta desde abajo y desde lo local. Así como a nivel estatal habían intereses de políticos del estado de Guerrero para ganar una parte del pastel, en la DO había un grupo de productores fuertes que apoyados por su gobernador en esta caso el de Oaxaca y el Secretario de Economía iban a proponer que el Instituto Mexicano de la Propiedad Intelectual comenzará la creación de la DO. Esta es otra historia que igual valdría la pena contar en su momento.

viernes, 14 de febrero de 2014

Los orígenes la Familia Guadarrama

Aun en estas fechas no es seguro que Guadarrama sea el apellido de mi abuelo materno: Trinidad, así se llamaba mi abuelo, cómo a muchos indígenas, ésto de los apellidos no les hacía ningún sentido, y aunque Juárez instauro el Registro Civil en el siglo XIX para los otomies de San Pedro Atlapulco no les importaba. Fue hasta el tiempo de la Revolución Mexicana cuando mi abuelo y su hermano Cecilio tuvieron que dejar su pueblo porque ya no había casi nada que comer. Las gavillas de revolucionarios asolaban pueblos, matando hombres y violando mujeres. Así que ambos partieron rumbo a la ciudad de Toluca, al llegar a ella les solicitaron documentos que aseguraran que se trataba de ellos. En algún lado escuche, no sé sí el tío Luis o a mi madre contar que al ir al registro civil les preguntaron cómo se llamaban,  ellos contestaron que Cecilio y Trinidad, no tenían apellido.   Alguien que estaba en el registro los conmino a ponerse Guadarrama y ellos lo aceptaron. En fin los abuelos murieron hace ya varios años, primero el abuelo Trinidad y años mas tarde la abuela Margarita para saber si es verdadera esta historia.
Lo que si es cierto es que ellos provienen de uno de los pueblos otomies más antiguos del centro de México, desde el siglo XVI hay referencias de su existencia: San Pedro Atlapulco se encuentra a un lado del Parque Nacional de la Marquesa, es camino de los peregrinos que van a ver al señor de Chalma, límite del territorio otomi con el nahua en la Sierra de las Cruces. Es un pueblo con una gran tradición: las fiestas de carnaval y la del señor San Pedro con sus danzas de los arrieros. Lugar de mole, de arroz, de quesadillas de quelites y hasta hace algunos años todavía de pulque.
Es junto con el otro pueblo cercano Guadalupe Victoria los sitios en donde nuestras raíces siguen estando.
Mi abuelo fue músico, vendedor, hortelano, minero para finalmente terminar siendo cocinero. Comenzó ayudando en la cocina y termino siendo uno de los cocineros. Gracias a ello sus hijas fueron excelentes cocineras, después de los banquetes que el abuelo hacía para judíos, libaneses y otros grupos en fiestas y banquetes,  el remanente de comida se la llevaba a casa, así que mi madre y sus hermanos probaban pastelillos, platillos y delicatessen de estos grupos que comenzaban a vivir en Polanco y en las Lomas de Chapultepec. Gracias a todo esto la tradición de comer huitlacoche, hongos silvestres, quelites nunca estuvo peleada con las coles de bruselas, las berenjenas y  las coliflores que mi madre nos cocinaba.
De mi abuelo me recuerdo yendo por mi al kinder, caminando de Sullivan a Serapio Rendón en dónde vivíamos en los años sesentas y setentas. Recuerdo su sonrisa, él mismo cocino cuando el tío Arnulfo se consagro como sacerdote. Lo recuerdo vagamente un día antes de morir. Celebramos el año nuevo en casa de los abuelos paternos en Laguna de Términos, en un momento dado el tío Luis hermano de mi madre vivía en Mayrán a unos cuantos metros de ahí, mi padre decidió continuar la celebración yendo a casa de Luis. Tenía nueve años recuerdo haber visto a mi abuelo sonriendo y hablando esa madrugada. Yo me fui a buscar a mis primos para jugar.
Al otro día en la mañana estábamos desayunando cuando llego Carlos Soria quién nos aviso del lamentable suceso. Mi abuelo falleció de un infarto cerebral, nunca más lo vi, no fuimos ni al velorio, ni al sepelio que se llevo a cabo en el Pueblo, sin embargo es la tumba que mejor sé dónde esta de todos mis abuelos, al menos hasta hace algunos años debajo de un enorme cedro que son los arboles que adornan el panteón de San Pedro Atlapulco.
Los orígenes: los abuelos paternos

La familia Quintanar de la que provengo vivieron en la Hacienda de La Laja, en Tequisquiapan, estado de Queretaro a fines del siglo XIX y principios del siglo XX. El bisabuelo Arnulfo Quintanar era peón de hacienda, trabajaba domando los animales de trabajo. En una de esas domada tuvo un accidente que le afecto la cadera. Tuvo varios hijos: Leonor, Félix, Vicenta, Petra, María de Jesús, José y ...  Me contó mi tía María de Jesús que la vida en la hacienda era difícil. No podía sembrar los pedazos de tierra que les otorgaba el patrón si antes no se sembraba sus tierras. Por lo que siempre podían cosechar poco maíz.
La razones por las que abandonaron aquel lugar fue sin duda la Revolución Mexicana como trasfondo y porque los hermanos del bisabuelo habían muerto o emigrado hace mucho tiempo. Creo que de ahí nos viene lo nómadas en la familia.
En tiempos de la revuelta revolucionaria, uno de las tantas gavillas de aquellos tiempos se llevaron al tío Leonor a la leva. A pelear contra no importa quién, para hacer la bola. Afortunadamente el tío Leonor cayo preso y pudo regresar vivo a su casa, al regresar no quería saber nada de la Laja y junto con mi abuelo José el hermano menor se fue a la ciudad de México a trabajar. Trabajaron y trabajaron hasta que fueron comprando terrenos para que la familia se viniera a vivir a esta ciudad. Así que cuando el reparto agrario se hizo los hijos del bisabuelo no querían saber nada de su lugar de origen, ni de sembrar, ni mucho menos de regresar. Y como el bisabuelo estaba lastimado de la cadera pues ya no pudo regresar a la Laja.
Así se vinieron a vivir a Casa Amarilla en la Pensil, a Laguna de Términos en la Anahuac, y algunos en Santa Julia. Fueron una familia muy numerosa, como herederos de la zona centro del país, eran sumamente católicos, de familias muy numerosas, y aunque sólo algunos hicieron carrera de sacerdote, los hijos mayores de los tíos siempre estuvieron muy cerca de la iglesia católica. En la familia Quintanar Monroy, de la que provengo directamente,  hubo dos hijos que fueron al seminario, uno de ellos se ordeno como sacerdote.
En los primeros años eran una familia ampliada, en cada parto de la abuela Juana, venían las primas para ayudar atender a la parturienta y a los hijos. Las fiestas eran muy grandes, cuentan que hasta un equipo de beisbol llegaba. Pero esto también era un problema, llegaban la familia a armar itacates antes de servir la comida y en alguna ocasión al momento de querer servir la comida ya todo se había distribuido. Eso y otras cosas hicieron que cada vez las fiestas se hicieran sólo en la familia nuclear que seguía siendo numerosa. La tía más longeva fue María de Jesús que llego a los 104 años cuidado por las tías Quintanar Monroy y a quién mi abuelo José antes de morir les encargo a sus hijas el cuidado de su hermana. Esta tía nunca se caso, pero dedico toda su vida a la religión formo muchos niños en el catecismo católico. Mis hermanos y yo fuimos parte de estas camadas de niños catequizados.
Hay algunas anécdotas que quizás valga la pena contar. El accidente del abuelo por un coche en donde el tío Felipe siendo un niño le toco vivir, al parecer llego con la camisa llena de sangre, llorando y gritando que algo le había pasado a su papacito, como se acostumbraba llamar a los abuelos en aquellos años.A nosotros todavía de niños algunas veces llamábamos de esa manera a los Abuelos Quintanar Monroy. En muchas ocasiones vi a los primos de mis padres: Pablo, Alberto, Juan, Pedro besarles la mano a mis abuelos.
La cantidad de pollos que se producían en esa casa, en la boda de mis padres no se que cantidad de esos animales se sacrificaron para el mole. Mi padre cuenta que mis abuelos criaban un cerdo que en algún momento sacrificaban para comérselo. Cuenta que había enormes arboles que los tíos trepaban y que mi abuela no alcanzaba a verlos. Escondidos en la copa de esos árboles. Tuvieron muchos perros, uno de ellos creo que el blackie cada que mi abuela se enojaba con mis tíos le pedía al perro que fuera por ellos, éste obediente los sostenía de los tobillos sin lastimarlos y no lo soltaba hasta que llegara mi abuela y desquitará su enojo con mis tíos.
Otra historia era que la que iba ser la esposa de mi tío Luis hermano de mi madre, Catalina, vivía enfrente de la casa de mi padre, veía como mi abuela los ponía hacer el quehacer, a limpiar la duela, a poner amarillo congo en los pisos, en donde mis tíos quedaban con los codos y rodillas todas pintadas.
Mi padre cuenta que antes que construyeran la Euzcadi y demás fabricas, uno veía maizales y los volcanes espectaculares al fondo, cuidando la ciudad.
Entre los eventos a destacar están cuando el río Consulado se desbordo.
De las cosas que más se acuerdo mi tía María de Jesús fue del fusilamiento del Padre Pro a quien acusaron de organizar un acto terrorista contra Alvaro Obregón que fue presidente en los años veinte. Para mi tía toda su vida giro en torno a dios.


jueves, 13 de febrero de 2014

La Chinantla

En mi vida había visto paisajes tan llenos de árboles, lugares en dónde todo era verde, dónde no había huecos. Un verde diferente al de las montañas guerrerenses en época de lluvias. Vi mariposas con números en las alas. Campanas antiguas mostradas cuan viejas e históricas eran. Entendí el sistema de roza, tumba y quema de las selvas tropicales. Conocía a los tepescuincles. Vi las calabazas como recipientes que contenían semillas de maíces de colores: amarillos, blancos, rojos. Me sorprendí con los maíces llamados sangre de cristo porque contienen una especie de venas en su interior de color rojo que efectivamente semeja estos conductos.
Bebí pozol mientras observaba como los pollos se comían a los picudos que salían del maíz desgranado. Aprendí que no se puede caminar cerca del río sin temer a las temibles nauyacas.
Conocí la planta de pita antes de trabajar en el tema. Esas bromelias terrestres parientes de la piña y que semejan más a un maguey. Domimos en una bodega de café lleno de cucarachas. Probé las deliciosas tostadas hechas de maíz amarillo.  Casas llenas de plantas de chiles pequeños, de flores y albahacas. Iglesias antiguas, muy antiguas. También vi tierras yermas, pastizales sin utilizar con relictos de selvas en la otra parte de esta zona en  San Juan Lalana. Terrenos esperando los animales de los ganaderos veracruzanos. Vi la moneda por ambos lados: las plantaciones de piña y el uso de gramoxone y demás productos de las empresas de agroqupimicos. Aprendí que el maíz importado (quizás transgénico) de Estados Unidos llegaba a Veracruz, se molía y llegaba vía Maseca a toda esta región. Aprendí que a las personas de las pequeñas ciudades como Tuxtepec no les importa el origen del maíz que consumían. Pero que en las comunidades indigenas aledañas no solo estaban orgullosos de todos sus maíces y sus colores, sino de la diversidad de alimentos que producen. Orgullosos de sus compostas, de sus abonos orgánicos. Entendí el daño de las presas de Cerro de Oro y Miguel de la Madrid. Ese progreso tan buscado y tan poco efectivo. Se perdieron alimentos: langostinos de río que desaparecieron a causa de la modernidad a medias tan característica de este país. Muchas cosas aprendí de este viaje al corazón de la Chinantla, entre Valle Nacional que siempre me remitía al libro de John Kenet Turner. Tuxtepec y su famoso plan. Además del tío abuelo que nunca conocí pero que fue obispo de esa pequeña ciudad comercial. Llegue hasta Xalapa de Diaz. Tierra de mazatecos y de María Sabina, no llegué hasta su cuna. Pero vi un hermoso mercado, me toco un sepelio, en dónde los hombres se emborrachaban y ponía música a todo volúmen para soportar la pena. Regrese contento de conocer una de las regiones que más me han marcado en la vida: la Chinantla.

lunes, 13 de junio de 2011

Imagénes

Hace algunos años me decía que era mejor quedarme con imágenes en la cabeza antes que tomar fotografías. En muchas ocasiones la imagen se quedo unas horas y luego se ha ido borrando. Quedan fragmentos de lugares, sitios, paisajes. La memoria se va desdibujando y cada vez que contamos una historia no sabemos si es cómo la contamos o invento de nuestros sueños y fantasías. Recordaría algunas imágenes de situaciones muy vividas pero son tan parecidas a una buena comida, el tiempo borra ambas. Me acuerdo de la intención pero no de lo que comí. Quizás la única comida de la que siempre me acuerdo fue cuando tendría como nueve o diez años, en casa de una prima de mi madre en el pueblo de San Pedro Atlapulco en el estado de México. La tía Gregoria hizo el mejor mole de olla que he comido, la carne, las calabazas, los ejotes todo con un sabor que no se me olvida.
Es por ello que la fotografía nos ayuda una y otra vez a recordar, a repensar y a reinventar historias. Por supuesto que hay momentos que a uno no le gustaría volver a recordar y ellos regresan. Con el tiempo esa arrogancia de que todo lo que uno hace esta bien hecho se va perdiendo. La autocritica de lo vivido nos va desnudando, dándonos cuenta de que hemos cometido muchos errores. Como las imágenes algunas las queremos borrar y quedan de forma nítida prendidas en nuestra memoria mientras que otras las olvidamos para siempre.